Arquitectura

VIVIENDAS UNIFAMILIARES - Editorial Nobuko Diseño

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Por eso todas las vanguardias, englobadas en lo que denominamos movimiento moderno, no solo critican la ciudad industrial, sino que se proponen la mesiánica tarea de corregir las taras derivadas de dicha organización social.
Y lo hacen tomando también los elementos de la revolución industrial, no para desecharlos y volver a un pasado pre maquina, sino para superar la situación existente, planteándose la construcción de un nuevo hábitat a través de una nueva alianza con la tecnología industrial y su expresión, la máquina.
Critican la ciudad industrial pero se plantean superarla, por eso, a diferencia de los arquitectos historicistas, se plantean otra mirada sobre los programas y sus usos y la gigantesca escala de los problemas a resolver en la ciudad industrial.
Por eso, si algo ha caracterizado al movimiento moderno, es la revisión y las propuestas de solución, fundamentalmente sobre dos temas básicos:
 
1. La vivienda a escala masiva
 
La escala del déficit de la ciudad industrial es de tal magnitud, que pretender resolverlo con palacetes palladianos es imposible.
Pero no parten de la nada y también como los historicistas, miran la historia para resolver el presente, pero a diferencia de estos, no analizan ejemplos de monumentalidad y composición clásica, sino que analizan el desarrollo de la vivienda popular, esa que se encuentra allí, en el medio de la escena, que se ha desarrollado por siglos, pero que lógicamente ha sido despreciada por el viejo sistema como representación de lo que debe ser la arquitectura.
Son en estas viviendas populares, de programas que contienen áreas de residencia mas áreas de trabajo y áreas de depósito, resueltos estos con espacios mínimos, con el máximo aprovechamiento de su uso, agrupadas generando escalas barriales identificables, con un altísimo uso del suelo, donde se encuentra el germen de las propuestas de la vivienda del movimiento moderno.
Y la diferencia de mirada no es menor ni casual, sino profundamente ideológica.
Pero no reproducen estos modelos como un ejercicio de revival nostálgico y populista, sino que van a incorporar a este concepto de la vivienda popular, toda la racionalización que representa el ingreso a la modernidad, es decir proponen una vivienda mínima pero con todo el equipamiento y los servicios que debe tener para desarrollar una vida digna, es decir proponen, bajo una mirada higienista y progresista una nueva solución.
Y esto también implica una nueva distribución de la riqueza, pues se pretende que todos, sin exclusión, accedan a una vivienda digna y si, como hemos dicho, la escala es de tal magnitud, necesariamente para dar respuesta a todos, la solución tiene que ser lo más económica posible y por lo tanto la vivienda tiene que ser mínima para cumplir ese requisito.
Por eso, este tema, el de la vivienda mínima es discutido y debatido permanentemente.
Por estas razones podemos decir que el movimiento moderno es la arquitectura revolucionaria y distribucionista del proyecto político moderno.
 
2. La ciudad en la era industrial
 
Pero donde se encuentran ubicadas estas viviendas populares.
Se encuentran ubicadas en los centros históricos degradados y en las nuevas y miserables periferias urbanas, producto de la migración del campo a la ciudad industrial, con sus funciones totalmente alteradas y desequilibradas, en condiciones de hacinamiento y promiscuidad, con total carencia de servicios mínimos que garanticen una mínima cuota de racionalidad en el campo del higienismo.
Y así como proponen, no solo por necesidad sino como derecho una vivienda digna para todos, también se proponen una ciudad digna para todos, y aquí también rompen drásticamente con el pasado, entendiendo al mismo y a su expresión física, la ciudad, como la representación del antiguo sistema de valores.
Y proponen una nueva racionalidad para encarar esta nueva ciudad para todos y por lo tanto democrática, donde todos acceden a los beneficios de habitar en la misma, a través de una distribución de sus funciones, que garantizase espacio, sol, aire y servicios para todos, con usos que permitan no solo el trabajo sino el descanso y el esparcimiento.
No nos olvidemos que las clases trabajadoras han obtenido por esas décadas la reducción de la jornada laboral y las primeras leyes de derechos laborales, y donde la ciudad moderna se presenta diseñada para hacer uso de estos nuevos derechos obtenidos, apareciendo así no solo los espacios residenciales, de trabajo, administrativos, sino los espacios de recreación, pero ya no acorde a la clase aristocrática en retirada, sino a escala de la nueva clase trabajadora, que es en definitiva la más numerosa.
Claro que esta ruptura no solo lo es en la concepción del uso y apropiación del espacio, sino que también es deliberadamente una ruptura con la historia, dado que esta representa para estas vanguardias lo anti moderno.
Así este tema, el de la nueva espacialidad de la ciudad es debatida en los congresos internacionales de arquitectura moderna, surgiendo así, como resultado de estas concepciones la denominada carta de Atenas, que será la guía del urbanismo moderno hasta la década del 50, donde será puesta en crisis.
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